EL DULCE Y ENGAOSO SABOR DEL AMOR
Ella se haba dejado llevar con algo de inocencia. Era suave, fresca y felina. No caminaba, se deslizaba. Sus labios como dos frutillas maduras cada tanto dibujaban una sonrisa, asintiendo a mis expertas proposiciones. En definitiva, esa misma noche la lleve a mi cama. Comenc como se debe con una nia tan deliciosa, con la delicadeza de una hoja mecida por la brisa en un estanque. No haba resistencias, pese a ello fui abriendo delicadamente sus llaves, demorndome en cada rincn de su cuerpo. Ella se fue incendiando, retorcindose en gemidos, dejando la dulzura y sudando salvajismo, arda para m y as me recibi.
Visto desde afuera, cualquiera hubiera podido pensar que ella se partira en dos, no fue as. Se adapt a la perfeccin, sincronizada se amoldaba a los golpes rtmicos de mi cuerpo. Yo senta ya despertar "La Fuerza" en m. Saba que vendra.
El fuego volcnico iba subiendo por mi columna, pronto sucedera lo que saba. Ella se agitaba gimiendo, se abra invitndome. Yo golpeaba con mayor salvajismo, sin piedad. El fuego de "La Fuerza" ya estaba al borde del estallido y ella segua gritando frentica, ahogada en su placer, quera ms y entonces... El fuego complet su camino por la columna. Estallando en mi cerebro! Revent en aullidos sobrehumanos, arqueado, clavado en ella, la invada con el derrame de mi fuerza, deba completar el crculo de fuerzas, deba cerrar el crculo. Su cuello estaba palpitando ansioso, listo. Me lanc aullando y cerr mis mandbulas sobre l, mientras segu embistiendo su cuerpecito con mis movimientos taladrantes, derramndome y recuperando esa energa de su cuello, ella a su vez se derramaba en mi boca cerrando el crculo de energa. Entrelazo apasionada sus piernas en torno a mi cintura agitndose frentica y hundi las uas en mi espalda y todo mi cuerpo. Al fin luego de unos minutos la pasin se consumi y se abandon todo esfuerzo, con la mirada sorprendida pas al otro lado. El pasaje final.
Yo ya completado mi ciclo tambin me desprend de su abrazo de nia inexperta. Me sent lleno de fuerzas, empapado y satisfecho, pero inmediatamente me invadi la melancola. Ya no la volvera a tener del mismo modo. Era imposible y aunque parezca mentira, me haba enamorado. Verla all a mi lado, plida, con la forma de mi pasin abierta en su cuello an sangrante me entristeci. Ya se estaba enfriando y sus ojos permanecan abiertos en una tierna expresin de sorpresa. Era la primera vez que me suceda, quera retenerla. Desde la primera vez que la vi, intu que esta vez sera diferente.
Deba tratarla en forma apropiada. Ella con su ternura se haba metido muy dentro de mi corazn. As que me decid a conservarla e incorporarla a mi ser.
Delicadamente, con la habilidad de un artesano le quit toda su piel a fin de poder conservarla. Cort todos sus miembros y los coloqu en el refrigerador. Ese mismo da en el almuerzo comenc a comulgar con su cuerpo. Era un fin de semana largo as que tendra bastante tiempo para dedicarme a mi amor.
No tena lmites, me entregu con dedicacin y ardor, da y noche dediqu a incorporarla a mi ser y en los pocos respiros que me permita, iba tratando su piel para ponerla a salvo de toda corrupcin, luego la rellenara con perfumes, especies y otros materiales nobles, dignos de su delicado cuerpo de princesa.
Llegado el lunes an no haba saciado mi pasin, quedaban demasiados recuerdos de ella en el refrigerador. Conserv sus huesos, los usara para mantener la estructura de su cuerpo.
Toda la semana estuve entregado a ella y vea con angustia que cada vez quedaba menos, pero mis ansias amorosas no se consuman. Comulgu en todas las formas posibles, al horno, estofado, guiso, etc. Mi cuerpo estaba indigestado. No resista tanta pasin, pero mi espritu no tena fondo. En ese momento pensaba que no podra haber nada mejor que morir indigestado de amor. Nos tendramos el uno al otro, pero eso no lleg a suceder.
Diariamente haba despedido los fragmentos de su ser, transformados por la mgica qumica de mi cuerpo y mi espritu. Y esos fragmentos de comunin pasional viajaran por el ro para irse incorporando al resto de la naturaleza y sus ciclos. As nos estbamos uniendo para siempre.
El viernes prob postergar la despedida comiendo muchos dulces, pero era inevitable el fin de esta etapa de nuestra relacin. Todo se transmuta, la pasin tambin y a m solo me quedara el recuerdo de su piel ya seca y rellenada con sus huesos, varias esencias y algodn.
El domingo cay y con el se acabaran mis excusas para faltar a la escuela. Solo quedaban unos pocos trozos dulces y tiernos, trataba de retenerla en m, pese a las crueles contracciones de mi vientre, exigiendo implacable la evacuacin de los restos de la comunin. Deb al fin ceder al empuje incontenible de la naturaleza.
Luego de despedirme con lgrimas de los ltimos vestigios de esta pasin tan dulce, acert a encender la televisin por primera vez en toda esa larga semana de amor y pasin.
Que crueles son los desengaos! Que mentirosas pueden llegar a ser todas! Apenas uno deja salir sus sentimientos ms nobles y tiernos, ellas hunden su daga en el lugar preciso.
En la televisin un noticiero se encargaba de encontrar a mi amada. En la pantalla resplandeca su imagen de nia vida de experiencias, junto a sus datos. El tipo con sus palabras iba desgarrando mi corazn. Haca una semana que se la buscaba intensamente sin tener pistas. As supe la verdad, haban cado las mscaras. Ella no se llamaba Denise, como me haba dicho al conocernos, sino Renata y no tena esos inocentes diecisis aos que me hizo creer sino diecinueve y haca ya tres aos que la conocan en varios bares y antros de la Zona Rosa, siempre jugando el mismo papel con sus "vctimas".
Todo mi cuerpo se rebel feroz. Corr al bao a vomitar los restos de la muy maldita. Terminadas las convulsiones de m vomito, me lav la boca, fui al refrigerador, saqu los pocos trozos que restaban de ella, los cort en pequeos pedazos y se los di de comer a los perros; no a los mos, sino a los callejeros. Durante un buen rato contempl a los dos sucios animales consumir los restos de mi desengao, luego me encargara de ellos y serviran de alimento a las ratas. Nada deba quedar de ella.
Encend el fuego en un pequeo bote. All ech sus pertenencias. En el almacn de herramientas con un martillo romp sus huesos y los arroj junto a su corrupta piel al fuego, estuve una hora con una barreta removiendo, asegurndome que nada quedase. Sus ltimos restos se perdieron en siluetas de humo que barri el viento. De la misma forma la saque de mi mente. Aunque an ahora cada tanto me asaltan recuerdos de los momentos felices y me dejo llevar por raptos de melancola que me obligan a detenerme frente a algunas escuelas secundarias a la espera de descubrir entre las dulces nias a aquella que me haga olvidar por completo.
Pero eso s, nunca volv a enamorarme.
Yael Coleridge
Ella se haba dejado llevar con algo de inocencia. Era suave, fresca y felina. No caminaba, se deslizaba. Sus labios como dos frutillas maduras cada tanto dibujaban una sonrisa, asintiendo a mis expertas proposiciones. En definitiva, esa misma noche la lleve a mi cama. Comenc como se debe con una nia tan deliciosa, con la delicadeza de una hoja mecida por la brisa en un estanque. No haba resistencias, pese a ello fui abriendo delicadamente sus llaves, demorndome en cada rincn de su cuerpo. Ella se fue incendiando, retorcindose en gemidos, dejando la dulzura y sudando salvajismo, arda para m y as me recibi.
Visto desde afuera, cualquiera hubiera podido pensar que ella se partira en dos, no fue as. Se adapt a la perfeccin, sincronizada se amoldaba a los golpes rtmicos de mi cuerpo. Yo senta ya despertar "La Fuerza" en m. Saba que vendra.
El fuego volcnico iba subiendo por mi columna, pronto sucedera lo que saba. Ella se agitaba gimiendo, se abra invitndome. Yo golpeaba con mayor salvajismo, sin piedad. El fuego de "La Fuerza" ya estaba al borde del estallido y ella segua gritando frentica, ahogada en su placer, quera ms y entonces... El fuego complet su camino por la columna. Estallando en mi cerebro! Revent en aullidos sobrehumanos, arqueado, clavado en ella, la invada con el derrame de mi fuerza, deba completar el crculo de fuerzas, deba cerrar el crculo. Su cuello estaba palpitando ansioso, listo. Me lanc aullando y cerr mis mandbulas sobre l, mientras segu embistiendo su cuerpecito con mis movimientos taladrantes, derramndome y recuperando esa energa de su cuello, ella a su vez se derramaba en mi boca cerrando el crculo de energa. Entrelazo apasionada sus piernas en torno a mi cintura agitndose frentica y hundi las uas en mi espalda y todo mi cuerpo. Al fin luego de unos minutos la pasin se consumi y se abandon todo esfuerzo, con la mirada sorprendida pas al otro lado. El pasaje final.
Yo ya completado mi ciclo tambin me desprend de su abrazo de nia inexperta. Me sent lleno de fuerzas, empapado y satisfecho, pero inmediatamente me invadi la melancola. Ya no la volvera a tener del mismo modo. Era imposible y aunque parezca mentira, me haba enamorado. Verla all a mi lado, plida, con la forma de mi pasin abierta en su cuello an sangrante me entristeci. Ya se estaba enfriando y sus ojos permanecan abiertos en una tierna expresin de sorpresa. Era la primera vez que me suceda, quera retenerla. Desde la primera vez que la vi, intu que esta vez sera diferente.
Deba tratarla en forma apropiada. Ella con su ternura se haba metido muy dentro de mi corazn. As que me decid a conservarla e incorporarla a mi ser.
Delicadamente, con la habilidad de un artesano le quit toda su piel a fin de poder conservarla. Cort todos sus miembros y los coloqu en el refrigerador. Ese mismo da en el almuerzo comenc a comulgar con su cuerpo. Era un fin de semana largo as que tendra bastante tiempo para dedicarme a mi amor.
No tena lmites, me entregu con dedicacin y ardor, da y noche dediqu a incorporarla a mi ser y en los pocos respiros que me permita, iba tratando su piel para ponerla a salvo de toda corrupcin, luego la rellenara con perfumes, especies y otros materiales nobles, dignos de su delicado cuerpo de princesa.
Llegado el lunes an no haba saciado mi pasin, quedaban demasiados recuerdos de ella en el refrigerador. Conserv sus huesos, los usara para mantener la estructura de su cuerpo.
Toda la semana estuve entregado a ella y vea con angustia que cada vez quedaba menos, pero mis ansias amorosas no se consuman. Comulgu en todas las formas posibles, al horno, estofado, guiso, etc. Mi cuerpo estaba indigestado. No resista tanta pasin, pero mi espritu no tena fondo. En ese momento pensaba que no podra haber nada mejor que morir indigestado de amor. Nos tendramos el uno al otro, pero eso no lleg a suceder.
Diariamente haba despedido los fragmentos de su ser, transformados por la mgica qumica de mi cuerpo y mi espritu. Y esos fragmentos de comunin pasional viajaran por el ro para irse incorporando al resto de la naturaleza y sus ciclos. As nos estbamos uniendo para siempre.
El viernes prob postergar la despedida comiendo muchos dulces, pero era inevitable el fin de esta etapa de nuestra relacin. Todo se transmuta, la pasin tambin y a m solo me quedara el recuerdo de su piel ya seca y rellenada con sus huesos, varias esencias y algodn.
El domingo cay y con el se acabaran mis excusas para faltar a la escuela. Solo quedaban unos pocos trozos dulces y tiernos, trataba de retenerla en m, pese a las crueles contracciones de mi vientre, exigiendo implacable la evacuacin de los restos de la comunin. Deb al fin ceder al empuje incontenible de la naturaleza.
Luego de despedirme con lgrimas de los ltimos vestigios de esta pasin tan dulce, acert a encender la televisin por primera vez en toda esa larga semana de amor y pasin.
Que crueles son los desengaos! Que mentirosas pueden llegar a ser todas! Apenas uno deja salir sus sentimientos ms nobles y tiernos, ellas hunden su daga en el lugar preciso.
En la televisin un noticiero se encargaba de encontrar a mi amada. En la pantalla resplandeca su imagen de nia vida de experiencias, junto a sus datos. El tipo con sus palabras iba desgarrando mi corazn. Haca una semana que se la buscaba intensamente sin tener pistas. As supe la verdad, haban cado las mscaras. Ella no se llamaba Denise, como me haba dicho al conocernos, sino Renata y no tena esos inocentes diecisis aos que me hizo creer sino diecinueve y haca ya tres aos que la conocan en varios bares y antros de la Zona Rosa, siempre jugando el mismo papel con sus "vctimas".
Todo mi cuerpo se rebel feroz. Corr al bao a vomitar los restos de la muy maldita. Terminadas las convulsiones de m vomito, me lav la boca, fui al refrigerador, saqu los pocos trozos que restaban de ella, los cort en pequeos pedazos y se los di de comer a los perros; no a los mos, sino a los callejeros. Durante un buen rato contempl a los dos sucios animales consumir los restos de mi desengao, luego me encargara de ellos y serviran de alimento a las ratas. Nada deba quedar de ella.
Encend el fuego en un pequeo bote. All ech sus pertenencias. En el almacn de herramientas con un martillo romp sus huesos y los arroj junto a su corrupta piel al fuego, estuve una hora con una barreta removiendo, asegurndome que nada quedase. Sus ltimos restos se perdieron en siluetas de humo que barri el viento. De la misma forma la saque de mi mente. Aunque an ahora cada tanto me asaltan recuerdos de los momentos felices y me dejo llevar por raptos de melancola que me obligan a detenerme frente a algunas escuelas secundarias a la espera de descubrir entre las dulces nias a aquella que me haga olvidar por completo.
Pero eso s, nunca volv a enamorarme.
Yael Coleridge
Buenisimo el relato.
Mi set esta en los hopefuls...Warrior Princess.Si tenes ganas miralo,te mando un beso grandote mi psicho amiguito!!!!